28 febrero 2006

Naufragio del polizón

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"Hay botellas que a veces llegan a su destino, como si el mar empujase con manos de agua, como si la corriente sirviese de lazarillo, a unas palabras perdidas y acalladas.

No hay oasis, si no hay desiertos, y es quizá por eso que la sed llama desde las entrañas de las palabras, clamando imágenes, ansiando ilusiones. Pero sabe que habrá una parada en el camino, sabe que podrá apearse y beber un rato; en medio de esta tormenta de siglos, sabe que encontrará una isla sobre el agua, en la que alejarse flotando de tanta realidad."


En "comentarios", por M.F.S.

16 febrero 2006

El ancla


La miró detenidamente. Era hermosa. Pálida y matizada, del mismo modo en que se imaginaba a los verdaderos ángeles. Los rayos del sol se posaban en el rostro a aquella hora de la tarde. Perdió la vista entre los pliegues del rígido vestido, como valles y albergues de luces y sombras. Su padre le dijo que había muchas más, aunque ella no las hubiese visto. Incluso fuera de las islas, más allá de las aguas. Le parecía increíble que alguien pudiera hacer algo tan hermoso. En el jardín había algunas otras imitando animales, pero sólo había una con forma humana.

Sonrió mientras limpiaba con una esponja húmeda el mármol, que ya comenzaba a amarillear, e intentó imaginar qué piensan las estatuas. Quizá de noche, en el silencio, cobrasen vida,los ojos cristalinos, la sonrisa leve y una fragilidad pesada. Quizá se reunieran bajo las aguas y se contasen entre ellas mil y un secretos. Volvió a mirarla a los ojos..

-¿Tú guardas secretos?

Silencio.
Esperó unos segundos, antes de abandonar la idea y reírse un poco de sí misma. Retiró la maleza que crecía a sus pies, y a continuación, cubrió la hierba que la rodeaba con pequeñas flores silvestres. No recordaba ya cuánto tiempo llevaba haciendo aquello, quizá desde siempre, no podía precisar una fecha. Se entristeció repentinamente, al pensar que había tantas cosas que no recordaba...
Siempre parecía que tenía una expresión ausente, como si mirase al infinito, más allá de las olas, el faro y los barcos; como si conociese el sentido del mundo. Excepto los días de lluvia, cuando parecía cubrirse de una pesadez extraña, vigilante de miedos y culpas. Con un susurro, avergonzada de haberlo preguntado antes en voz alta, afirmó: Seguro que sabes muchos secretos...

Recogió el cubo y la esponja, y mientras se dirigía a limpiar la fuente, decidió que algún día le preguntaría a aquella estatua por qué había un letrero a sus pies, por qué se llamaba como su madre...; quizá pudiera explicarle en sueños, como hacen los ángeles, dónde quedaba aquel país al que ella se había ido, y del que aún no había vuelto..


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Esta noche el viento hace jirones la mar. Las mansas formas de los pinos se agitan inquietas. Tan solo la dama de piedra permanece impasible; desafía con su mirada infinita la tormenta que se cierne. Y las lejanas luces de la calle apenas destierran su túnica de sombra, iluminándola a medias como una misteriosa luna de mármol.

Comienza a llover sobre el cuerpo desierto y el terso rostro de piedra. El agua procelosa se bifurca en los pliegues y va formando regueros que se despeñan desde sus frágiles manos. Tan pronto me parece rotunda como etérea, sumida en un sueño más allá del tiempo del mundo. Gobierna su jornada un reloj sosegado en el que las estaciones son meros segundos. En su secreta dimensión se pasea inmóvil y sigilosa entre el atareado río de hombres.

Desde la rivera del tiempo ella te sueña, chiquilla. Sueña una niña con duende y de ojos serenos como estatuas que corretea en un patio ajedrezado. Mientras, tú juegas a rayuela con las palabras sobre el suelo de noches y de días. Esquivas apenas los negros abismos pero no tienes miedo, pues te protege la maternal reina blanca con su manto de amor tácito, como las alas de un ángel.
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En "comentarios", por "Usuario anónimo"

14 febrero 2006

Las espirales

Recogió el cabello en una trenza, y comenzó a caminar sobre las rocas. La espuma alcanzaba sus dedos como hormigas tímidas. Había comenzado a anochecer, y las gaviotas hacía ya algunas horas que habían despejado el horizonte. Con gran esfuerzo, introdujo su lista de deseos, cerró la botella y la lanzó lo más lejos que pudo. El cristal emergía tímidamente en el agua, entre inexperto y orgulloso de saberse observado. Por momentos, parecía hundirse entre alguna pequeña ola, para surgir inmediatamente después unos centímetros más lejos. Los últimos rayos del sol transformaban aquel vidrio verde, que se elevaba entre la espuma, luminoso y altivo, para después ceder al cansancio, y sumergirse nuevamente.

Avanzó unos pasos hasta la arena, y se sentó con las piernas encogidas entre sus brazos. Apenas podía distinguir ya el cuello altivo de aquella urna llena de anhelos, y dirigió su mirada al cielo: pequeños puntos de luz aparecían en la cada vez más creciente oscuridad. De pronto, la vió, allí, en un firmamento en calma, quieto, una estrella fugaz surcaba la noche y parecía desaparecer en la distancia, cerró los ojos y sonrió ante su suerte.

Millones de años antes, una estrella vagaba por un mar de espacio y vacíos; de repente, la vió: una niña estática sobre la arena, en aquel planeta en movimiento: la estrella pidió un deseo.

A veces, el tiempo y el espacio se ven superados por los sueños...¨

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Durante meses la botella cruzó el brillante desierto oceánico. Las noches de galerna creía zozobrar. Sentía su cuerpo suave hundirse y el abismo azul engullir los anhelos que el corazón de la niña le había confiado. Entonces, más resuelta aún a cumplir con su misión, se esforzó en asomar su diminuta cabecita de corcho sobre el azul del mar.

Un día al inicio de la primavera la palma blanca de una ola la depositó con delicadeza en la arena de mi playa. La encontré varada como una caracola extraña de la que el mar se hubiera apiadado. Unos dedos salados de espuma la acariciaban todavía, sabedores quizás del tesoro que portaba. La alcé entre mis manos: el sol de la mañana trizó el cristal en mil verdes que iluminaron la penumbra de su clausura cristalina. En su interior había un pliego de papel y una estrella. La letra me hablaba de una niña soñadora que vivía en una isla de palabras iluminadas por los luceros de sus ojos.

A veces durante las noches pienso en el azar de las corrientes inconstantes y el misterio de las olas repetidas que llevaron su frágil botella a mi orilla Me pregunto entonces si una ola mansa empujará la testaruda botella de regreso a su isla. Quizás en otra mañana despertarán mis palabras bajo la caricia de sus manos.

(Por "usuario anónimo", en comentarios)