Génesis del libro impreso: el éxodo de las palabras acuáticas
El mar parecía estar en calma, sin embargo, en el aire rezumaba un murmullo constante, anuncio de tempestades juguetonas o tormentas tenues. Miró hacia el horizonte, y dejó que su mirada saltara sobre las escamas de luz que flotaban en el agua, rotas por aletas curiosas que se alejaban conforme avanzaba...Con media sonrisa colgando de una de sus comisuras, comenzó a recoger los anzuelos que había deslizado horas antes. La gran mayoría de aquellos interrogantes invertidos estaban igual que antes de sumergirlos en el océano... no habría podido decir que aquél había sido un gran día; o al menos, no habría podido decirlo antes de tener en sus manos aquel trisquel de palabras, que como un molino de viento, de aliento, dejaba que las letras avanzaran en su movimiento, donde cada una de ellas ocupaba un sitio en cada nueva vuelta, donde los sueños se creaban a golpe de suspiro. Supo entonces que sí, que ése había sido un gran día, porque incluso en el silencio, habría siempre una palabra, y nunca más volvería a estar solo.
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"¡Han picado, han picado!" El junco se agita y cobra vida entre las hojas de tus manos.
Sonrisa,
caricia,
primavera,
flor...
Vas recogiendo mis palabras; una a una, las liberas del anzuelo con ojos ávidos de encontrarse.
Sol,
mar,
brisa,
estrella...
La belleza llama a la belleza, la amistad a la amistad, los misterios al silencio.
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Cuando el pescador volvió a casa trajo el atardecer atado a su espalda y las manos llenas de palabras. Su sonrisa le delataba: no podía negar que aquél había sido un gran día.
(Por "usuario anónimo" en comentarios)