El ancla

La miró detenidamente. Era hermosa. Pálida y matizada, del mismo modo en que se imaginaba a los verdaderos ángeles. Los rayos del sol se posaban en el rostro a aquella hora de la tarde. Perdió la vista entre los pliegues del rígido vestido, como valles y albergues de luces y sombras. Su padre le dijo que había muchas más, aunque ella no las hubiese visto. Incluso fuera de las islas, más allá de las aguas. Le parecía increíble que alguien pudiera hacer algo tan hermoso. En el jardín había algunas otras imitando animales, pero sólo había una con forma humana.
Sonrió mientras limpiaba con una esponja húmeda el mármol, que ya comenzaba a amarillear, e intentó imaginar qué piensan las estatuas. Quizá de noche, en el silencio, cobrasen vida,los ojos cristalinos, la sonrisa leve y una fragilidad pesada. Quizá se reunieran bajo las aguas y se contasen entre ellas mil y un secretos. Volvió a mirarla a los ojos..
-¿Tú guardas secretos?
Silencio.
Esperó unos segundos, antes de abandonar la idea y reírse un poco de sí misma. Retiró la maleza que crecía a sus pies, y a continuación, cubrió la hierba que la rodeaba con pequeñas flores silvestres. No recordaba ya cuánto tiempo llevaba haciendo aquello, quizá desde siempre, no podía precisar una fecha. Se entristeció repentinamente, al pensar que había tantas cosas que no recordaba...
Siempre parecía que tenía una expresión ausente, como si mirase al infinito, más allá de las olas, el faro y los barcos; como si conociese el sentido del mundo. Excepto los días de lluvia, cuando parecía cubrirse de una pesadez extraña, vigilante de miedos y culpas. Con un susurro, avergonzada de haberlo preguntado antes en voz alta, afirmó: Seguro que sabes muchos secretos...
Recogió el cubo y la esponja, y mientras se dirigía a limpiar la fuente, decidió que algún día le preguntaría a aquella estatua por qué había un letrero a sus pies, por qué se llamaba como su madre...; quizá pudiera explicarle en sueños, como hacen los ángeles, dónde quedaba aquel país al que ella se había ido, y del que aún no había vuelto..
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Esta noche el viento hace jirones la mar. Las mansas formas de los pinos se agitan inquietas. Tan solo la dama de piedra permanece impasible; desafía con su mirada infinita la tormenta que se cierne. Y las lejanas luces de la calle apenas destierran su túnica de sombra, iluminándola a medias como una misteriosa luna de mármol.
Comienza a llover sobre el cuerpo desierto y el terso rostro de piedra. El agua procelosa se bifurca en los pliegues y va formando regueros que se despeñan desde sus frágiles manos. Tan pronto me parece rotunda como etérea, sumida en un sueño más allá del tiempo del mundo. Gobierna su jornada un reloj sosegado en el que las estaciones son meros segundos. En su secreta dimensión se pasea inmóvil y sigilosa entre el atareado río de hombres.
Desde la rivera del tiempo ella te sueña, chiquilla. Sueña una niña con duende y de ojos serenos como estatuas que corretea en un patio ajedrezado. Mientras, tú juegas a rayuela con las palabras sobre el suelo de noches y de días. Esquivas apenas los negros abismos pero no tienes miedo, pues te protege la maternal reina blanca con su manto de amor tácito, como las alas de un ángel. --
En "comentarios", por "Usuario anónimo"
7 Comments:
“En el principio era el amor./
Los cuerpos estaban desiertos,/
y cada cuerpo buscó un alma/
que lo tuviera prisionero.”
J.Hierro
Esta noche el viento hace jirones la mar. Las mansas formas de los pinos se agitan inquietas. Tan solo la dama de piedra permanece impasible; desafía con su mirada infinita la tormenta que se cierne. Y las lejanas luces de la calle apenas destierran su túnica de sombra, iluminándola a medias como una misteriosa luna de mármol.
Comienza a llover sobre el cuerpo desierto y el terso rostro de piedra. El agua procelosa se bifurca en los pliegues y va formando regueros que se despeñan desde sus frágiles manos. Tan pronto me parece rotunda como etérea, sumida en un sueño más allá del tiempo del mundo. Gobierna su jornada un reloj sosegado en el que las estaciones son meros segundos. En su secreta dimensión se pasea inmóvil y sigilosa entre el atareado río de hombres.
Desde la rivera del tiempo ella te sueña, chiquilla. Sueña una niña con duende y de ojos serenos como estatuas que corretea en un patio ajedrezado. Mientras, tú juegas a rayuela con las palabras sobre el suelo de noches y de días. Esquivas apenas los negros abismos pero no tienes miedo, pues te protege la maternal reina blanca con su manto de amor tácito, como las alas de un ángel.
Hola, escritora, soy tu editor. Felicitaciones por el nuevo post. Pese al título no me pareció nada pesado. Ayer me pasé por aquí con un poco de prisa y no pude festejar tu nueva narración como merece. ¿Cómo se hace para descorchar una botella por Internet? Mejor no, que le puede dar un soponcio all disco duro. En fin, enhorabuena de parte de tu asiduo anónimo. De hecho, me conmoviste y ya sabes que tocar la fibra sensible de un editor no es fácil porque carecemos de ella. En serio, me gustan Borges y Hierro, más que Bécquer (supongo que ya lo habrás detectado por la sentencia de Omar). Pero el caso es que me hiciste sonreír con la esponjosa niña y me conmoviste con el detalle del título (cuando cobró sentido hacia el final del cuento; al principio lo había tomado como una referencia marina más, dado que lo náutico abunda en tu blog). Esa pequeña confusión está lograda, parece un juego de escondite. Creo que desplegar una paleta tan amplia en menos de 500 palabras es un buen síntoma. Menos analíticamente (perdona que es un vicio), tu texto me recordó aquel verso de Neruda: “y entristeces de repente como un viaje”. De hecho, estuve a punto de no escribir segunda parte. A todos nos da miedo dañar sin querer. Dañar cuando se quiere es un placer (aunque luego uno se arrepienta), pero hacerlo sin querer es de capullos. Es como aquel verso de Cummings: “in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near”. Pero luego me acordé de tu sentencia: “La escritura es real, el resto siempre es espejismo.”
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Estimado editor,
me alegra saber que no ha desechado por el momento ninguno de los bocetos que le voy remitiendo, siempre supone un alivio saber que algunas de las miles de palabras que dejamos escapar a lo largo del día, llegan a algún puerto. En su gran mayoría, mueren por el camino, aplastadas por gritos, o golpeadas contra el muro de la indiferencia, o el "sí, sí, te escucho", que nos alerta de nuestros monólogos.
Es por eso que, en ocasiones, las palabras escritas, pese a no disfrutar de una sonoridad concreta, pese a no haber nacido para ser esparcidas al viento, sobreviven. Y no sólo sobreviven, sino que perduran, y casi siempre son escuchadas, ya que esperan a que el lector esté disponible. No han de pelearse contra relojes, citas, horarios y ocasiones. Ellas esperan. Aguardan. Y se quedan. Para que siempre podamos volver a ellas, para que recordemos que existen.
Del mismo modo,hay mil páginas virtuales en la arena de esta playa, esperando, también, a su vez, a que caigan del cielo letras, lloviendo intermitente sus palabras.
Te cedo la pluma.
Graves problemas técnicos con la edición. Ya sé que un editor serio debiera poder solucionarlos, pero solicito ayuda a mi colega escritora cuando tenga un momento libre. Si fuera posible mándeme e-mail y le explico mi duda existencial.
Nice colors. Keep up the good work. thnx!
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